Ausencia del Paisaje
Exposicion individual de Rosario López
Eduardo Fernandes Galeria, SP.
Texto curatorial por Rodrigo Orrantia
Las piezas que hacen parte de esta exposición, como la mayoría de la obra de Rosario, son parte de un persistente diálogo con el territorio. Su trabajo comienza con una disciplina inusual, saliendo del estudio y viajando al rededor del mundo para entrar en contacto directo con un lugar específico -desde el Salar de Uyuni en Bolivia, pasando por los glaciares en Patagonia, hasta los escabrosos acantilados de Cabo Raoul en Tasmania- para recorrerlo, reconocerlo y sentir sus fuerzas.
Aunque las obras de esta exposición nacen en un lugar puntual, Cabo Raoul en el distante continente australiano, para mí las referencias a lugares particulares son secundarias, prima el territorio como ente físico, y como materia. Esta es la conexión más clara en la obra de Rosario, entre territorio geográfico, arquitectura y arte. Si la arquitectura se ocupa del habitar, la obra de Rosario nos abre los ojos a la experiencia de existir y de relacionarnos con este planeta, a través del estudio de accidentes geográficos que hablan de fuerzas colosales. La obra de Rosario se conecta con una arquitectura original, la del planeta en que vivimos.
En la serie titulada ¨La Tierra Importa (Land Matters)¨ Rosario define un fragmento de territorio en Cabo Raoul, delimitado aquí por el uso de la fotografía. La imagen fotográfica nos da una escala del lugar. Captura las diferentes estructuras que son evidentes en las piezas de esta exposición. Pero la fotografía también captura las fuerzas invisibles del lugar. Esta es una clave para entender las motivaciones detrás de la obra de Rosario y las conexiones entre esta serie y trabajos anteriores, desde su serie ‘Resurrección’ de 1997, pasando por ‘Trampas de viento’ (2000), ‘Insufflare’ (2007) y más recientemente ‘Lo informe y el límite’ (2010). En la imagen de Cabo Raoul alcanzamos a percibir la fuerza del viento y de las olas abatiendo la roca del acantilado. Y quizá también fuerzas aun más primarias, placas tectónicas chocando, destruyendo y reconstruyendo la geografía del planeta. En sus búsquedas por el mundo, Rosario tiene un ojo aguzado para las conexiones esenciales, y una limpieza conceptual y práctica que está quizá en su momento más depurado.
Hablan de las variaciones y permutaciones de las fuerzas y efectos naturales que constituyen el territorio y le dan forma al paisaje. En este sentido las construcciones humanas, ya sean esculturas o edificios están inevitablemente inspiradas por él. Son una evolución consciente de un universo que Rosario encuentra en su estado original, y que es la base para su proceso artístico. En esta exposición es evidente una economía de medios producto de una rigurosa práctica de experimentación con el dibujo, que le permite a Rosario conocer la dimensión expresiva de cada material, en este caso el fieltro. En su obra es evidente un conocimiento profundo de los materiales naturales y sus características físicas (color, peso, maleabilidad, etc..) para ser replanteados y cuestionados en el taller.
El peso de la roca es traducido a la ligereza del fieltro, el trazo del dibujo convertido en un objeto tridimensional. Este es un proceso inspirado por el paisaje, pero al mismo tiempo independiente y concentrado en el taller.
Este trabajo disciplinado, casi meditativo, es una constante en su obra. Algunas piezas son producidas directamente por ella en su taller, pero la fabricación va mas allá, trabajando con ceramistas y ornamentadores, integrando su maestría técnica para realizar una visión original. Esta práctica de escultura es para mi notablemente contemporánea: la obra de Rosario abarca una multiplicidad de medios justificada por una investigación y planteamiento teóricos igualmente rigurosos, depurados y refinados con los años. Es esta combinación de práctica de taller y reflexión conceptual, que logra atravesar la superficie del territorio para pensar en las fuerzas que le dan forma.
En conversaciones con Rosario hablamos de un componente adicional, que aunque quizá no tenga una presencia evidente, es indispensable para entender su obra. Es un componente sónico, expresado más por la fuerza del silencio que por algún sonido en especial. Para Rosario la fotografía de Cabo Raoul conlleva el sonido del acantilado, el cual podemos únicamente imaginar. Pero al pasar a las piezas de fieltro, estas parecen absorber ese sonido, y la roca queda en silencio. Pensar la obra de Rosario en estos términos nos pide sentir la fuerza del silencio -del vacío- que es quizá igual de fuerte que su contraparte matérica. Un vacío inefable que por casi veinte años ha sido una constante en su obra, tratando de capturarlo con diferentes trampas para darle forma y hacerlo visible. En palabras de Rosario, “pienso que de alguna u otra manera sí se esta hablando del paisaje, pero de una ausencia de paisaje. Ese vacío que se menciona pero mostrando los limites que lo bordean o lo contienen. Y aun así el vacío se percibe como fenómeno…”
El catálogo que acompaña esta exposición incluye una conversación entre Rosario y el filosofo Neo Zelandés Stephen Zepke que desarrolla esta idea del vacío conectándola con la historia del arte. Zepke se enfoca en las ideas al rededor de la representación de la naturaleza, especialmente lo que él llama la fuerza del caos. “Todas esas piezas negras, y esos dibujos hablarían inevitablemente de una cierta forma de desaparición o de muerte.” La ‘desaparición’ que menciona Zepke, o la ‘ausencia de paisaje’ de la que habla Rosario, nos permite entender su obra como un continuo, desde los primeros experimentos en ‘Aproximación a los órganos’ (1994) hasta las piezas más recientes que componen esta exposición. Su indagación incansable sobre el territorio, la escultura y las fuerzas que les dan forma está impulsada por un interés profundo por el vacío, la ausencia y el silencio.
Rodrigo Orrantia
Exposicion individual de Rosario López
Eduardo Fernandes Galeria, SP.
Texto curatorial por Rodrigo Orrantia
Las piezas que hacen parte de esta exposición, como la mayoría de la obra de Rosario, son parte de un persistente diálogo con el territorio. Su trabajo comienza con una disciplina inusual, saliendo del estudio y viajando al rededor del mundo para entrar en contacto directo con un lugar específico -desde el Salar de Uyuni en Bolivia, pasando por los glaciares en Patagonia, hasta los escabrosos acantilados de Cabo Raoul en Tasmania- para recorrerlo, reconocerlo y sentir sus fuerzas.
Aunque las obras de esta exposición nacen en un lugar puntual, Cabo Raoul en el distante continente australiano, para mí las referencias a lugares particulares son secundarias, prima el territorio como ente físico, y como materia. Esta es la conexión más clara en la obra de Rosario, entre territorio geográfico, arquitectura y arte. Si la arquitectura se ocupa del habitar, la obra de Rosario nos abre los ojos a la experiencia de existir y de relacionarnos con este planeta, a través del estudio de accidentes geográficos que hablan de fuerzas colosales. La obra de Rosario se conecta con una arquitectura original, la del planeta en que vivimos.
En la serie titulada ¨La Tierra Importa (Land Matters)¨ Rosario define un fragmento de territorio en Cabo Raoul, delimitado aquí por el uso de la fotografía. La imagen fotográfica nos da una escala del lugar. Captura las diferentes estructuras que son evidentes en las piezas de esta exposición. Pero la fotografía también captura las fuerzas invisibles del lugar. Esta es una clave para entender las motivaciones detrás de la obra de Rosario y las conexiones entre esta serie y trabajos anteriores, desde su serie ‘Resurrección’ de 1997, pasando por ‘Trampas de viento’ (2000), ‘Insufflare’ (2007) y más recientemente ‘Lo informe y el límite’ (2010). En la imagen de Cabo Raoul alcanzamos a percibir la fuerza del viento y de las olas abatiendo la roca del acantilado. Y quizá también fuerzas aun más primarias, placas tectónicas chocando, destruyendo y reconstruyendo la geografía del planeta. En sus búsquedas por el mundo, Rosario tiene un ojo aguzado para las conexiones esenciales, y una limpieza conceptual y práctica que está quizá en su momento más depurado.
Hablan de las variaciones y permutaciones de las fuerzas y efectos naturales que constituyen el territorio y le dan forma al paisaje. En este sentido las construcciones humanas, ya sean esculturas o edificios están inevitablemente inspiradas por él. Son una evolución consciente de un universo que Rosario encuentra en su estado original, y que es la base para su proceso artístico. En esta exposición es evidente una economía de medios producto de una rigurosa práctica de experimentación con el dibujo, que le permite a Rosario conocer la dimensión expresiva de cada material, en este caso el fieltro. En su obra es evidente un conocimiento profundo de los materiales naturales y sus características físicas (color, peso, maleabilidad, etc..) para ser replanteados y cuestionados en el taller.
El peso de la roca es traducido a la ligereza del fieltro, el trazo del dibujo convertido en un objeto tridimensional. Este es un proceso inspirado por el paisaje, pero al mismo tiempo independiente y concentrado en el taller.
Este trabajo disciplinado, casi meditativo, es una constante en su obra. Algunas piezas son producidas directamente por ella en su taller, pero la fabricación va mas allá, trabajando con ceramistas y ornamentadores, integrando su maestría técnica para realizar una visión original. Esta práctica de escultura es para mi notablemente contemporánea: la obra de Rosario abarca una multiplicidad de medios justificada por una investigación y planteamiento teóricos igualmente rigurosos, depurados y refinados con los años. Es esta combinación de práctica de taller y reflexión conceptual, que logra atravesar la superficie del territorio para pensar en las fuerzas que le dan forma.
En conversaciones con Rosario hablamos de un componente adicional, que aunque quizá no tenga una presencia evidente, es indispensable para entender su obra. Es un componente sónico, expresado más por la fuerza del silencio que por algún sonido en especial. Para Rosario la fotografía de Cabo Raoul conlleva el sonido del acantilado, el cual podemos únicamente imaginar. Pero al pasar a las piezas de fieltro, estas parecen absorber ese sonido, y la roca queda en silencio. Pensar la obra de Rosario en estos términos nos pide sentir la fuerza del silencio -del vacío- que es quizá igual de fuerte que su contraparte matérica. Un vacío inefable que por casi veinte años ha sido una constante en su obra, tratando de capturarlo con diferentes trampas para darle forma y hacerlo visible. En palabras de Rosario, “pienso que de alguna u otra manera sí se esta hablando del paisaje, pero de una ausencia de paisaje. Ese vacío que se menciona pero mostrando los limites que lo bordean o lo contienen. Y aun así el vacío se percibe como fenómeno…”
El catálogo que acompaña esta exposición incluye una conversación entre Rosario y el filosofo Neo Zelandés Stephen Zepke que desarrolla esta idea del vacío conectándola con la historia del arte. Zepke se enfoca en las ideas al rededor de la representación de la naturaleza, especialmente lo que él llama la fuerza del caos. “Todas esas piezas negras, y esos dibujos hablarían inevitablemente de una cierta forma de desaparición o de muerte.” La ‘desaparición’ que menciona Zepke, o la ‘ausencia de paisaje’ de la que habla Rosario, nos permite entender su obra como un continuo, desde los primeros experimentos en ‘Aproximación a los órganos’ (1994) hasta las piezas más recientes que componen esta exposición. Su indagación incansable sobre el territorio, la escultura y las fuerzas que les dan forma está impulsada por un interés profundo por el vacío, la ausencia y el silencio.
Rodrigo Orrantia