NUEVOS NOMBRES
-Casi un accidente-
“A veces pienso que nos gusta sentir miedo.” (Paul Virilio)
Hay exposiciones que se definen desde antes de ser realizadas: se toma un guión, se dibujan unos conceptos y se evalúan algunas propuestas que encajen dentro de ese marco. Hay otras, como es el caso en el que nos enfrentamos en esta muestra, en el que nos hemos dejado llevar por un número indeterminado de portafolios de jóvenes artistas para encontrar en ellos semejanzas, disparidades, extrañezas y hasta sinrazones. Es cierto, sin un guión determinado se hace más complejo el panorama, sabiendo que hoy en día la información que un joven artista maneja a nivel de imagen, de texto y de vida es vasta. Sin embargo, sentimos que ese mismo esquema de indeterminación y de angustia por no tener un piso seguro sobre el cual pararse y que intuitivamente nos llevó a evaluar las propuestas, ha sido revelador en el momento en que hemos seleccionado estos Nuevos Nombres. Muchas de las propuestas que hemos recibido y de las cuales hemos realizado la presente curaduría, llevaban implícita desde diversos ángulos el desequilibrio previo a la “caída”. Sin que se haga evidente el cuerpo, encontramos en todas ellas una postura frontal y decidida a trabajar desde el cuerpo. Sin que sean propuestas abstractas y casi minimalistas, hay en ellas un profundo respeto hacia estas posturas. Y, sin que veamos el accidente, podríamos asegurar que éste no es ajeno al devenir de cada uno de estos artistas.
Es curioso ver cómo el momento en el que vivimos tanto en el país como fuera de sus fronteras, se enmarca en un tiempo indefinido angustiante. Hace unos años fue el Y2K, luego las Torres Gemelas, hace unos meses el fin del mundo Maya, en este instante el deshielo y los problemas ecológicos y en nuestro contexto en particular el proceso de paz y la promesa de que algún día seremos grandes. Vivimos en un mundo intermedio donde se hace cada vez más evidente que seguimos al borde del accidente fatal como lo mencionaría Baudrillard o Virilio, o al borde de entrar o salir de alguna parte. ¿Acaso estaremos respirando un aire de largo y profundo deseo que nada lo calma y que nos hace estar pendientes de recibir algo que desconocemos como quien está en un umbral de tiempo indeterminado? O, ¿estamos en un presente cada vez más gobernado por el futuro apocalíptico que no nos deja estar viviendo el “aquí y ahora” sin prever una consecuencia? Pero también es curioso ver que estos instantes, como sucede con la historia a veces esquiva y a veces reveladora, se han manifestado arrítmicamente desde que el ser humano se descubrió a sí mismo como un ser incompleto. En cualquier caso y retomando palabras anteriores, es muy curioso ver cómo el momento y la historia en los que vivimos no son indiferentes a nuestros jóvenes artistas: en cada uno de ellos se hace presente la inestabilidad, la incertidumbre o el peligro que nos hace anunciar un accidente. Pareciera que llevados por el miedo a lo desconocido producen momentos en los que el espacio y el tiempo se entrechocan poética y anacrónicamente.
Es así como confrontaremos los secretos y vacíos en María Roldán con las estructuras frágiles y móviles de Ana Belén Cantoni; los umbrales anacrónicos de Margareth Mariño con los cuerpos en desequilibrio de Juliana Góngora; los instantes congelados aunque angustiantes en las piezas de Santiago Reyes junto con los estudios de vacíos arquitectónicos de María Clara Figueroa o las semejanzas y abstracciones en las “heridas” espaciales de Verónica Lehner con las geometrías rudimentarias y orgánicas de José Olano. Cada uno de ellos, con historias que se sitúan en diversas regiones del país, nos hacen abrir nuevas rutas de percepción del tiempo, del espacio y ante todo: de nuestro cuerpo.
Rosario López
Andrés Gaitán
-Casi un accidente-
“A veces pienso que nos gusta sentir miedo.” (Paul Virilio)
Hay exposiciones que se definen desde antes de ser realizadas: se toma un guión, se dibujan unos conceptos y se evalúan algunas propuestas que encajen dentro de ese marco. Hay otras, como es el caso en el que nos enfrentamos en esta muestra, en el que nos hemos dejado llevar por un número indeterminado de portafolios de jóvenes artistas para encontrar en ellos semejanzas, disparidades, extrañezas y hasta sinrazones. Es cierto, sin un guión determinado se hace más complejo el panorama, sabiendo que hoy en día la información que un joven artista maneja a nivel de imagen, de texto y de vida es vasta. Sin embargo, sentimos que ese mismo esquema de indeterminación y de angustia por no tener un piso seguro sobre el cual pararse y que intuitivamente nos llevó a evaluar las propuestas, ha sido revelador en el momento en que hemos seleccionado estos Nuevos Nombres. Muchas de las propuestas que hemos recibido y de las cuales hemos realizado la presente curaduría, llevaban implícita desde diversos ángulos el desequilibrio previo a la “caída”. Sin que se haga evidente el cuerpo, encontramos en todas ellas una postura frontal y decidida a trabajar desde el cuerpo. Sin que sean propuestas abstractas y casi minimalistas, hay en ellas un profundo respeto hacia estas posturas. Y, sin que veamos el accidente, podríamos asegurar que éste no es ajeno al devenir de cada uno de estos artistas.
Es curioso ver cómo el momento en el que vivimos tanto en el país como fuera de sus fronteras, se enmarca en un tiempo indefinido angustiante. Hace unos años fue el Y2K, luego las Torres Gemelas, hace unos meses el fin del mundo Maya, en este instante el deshielo y los problemas ecológicos y en nuestro contexto en particular el proceso de paz y la promesa de que algún día seremos grandes. Vivimos en un mundo intermedio donde se hace cada vez más evidente que seguimos al borde del accidente fatal como lo mencionaría Baudrillard o Virilio, o al borde de entrar o salir de alguna parte. ¿Acaso estaremos respirando un aire de largo y profundo deseo que nada lo calma y que nos hace estar pendientes de recibir algo que desconocemos como quien está en un umbral de tiempo indeterminado? O, ¿estamos en un presente cada vez más gobernado por el futuro apocalíptico que no nos deja estar viviendo el “aquí y ahora” sin prever una consecuencia? Pero también es curioso ver que estos instantes, como sucede con la historia a veces esquiva y a veces reveladora, se han manifestado arrítmicamente desde que el ser humano se descubrió a sí mismo como un ser incompleto. En cualquier caso y retomando palabras anteriores, es muy curioso ver cómo el momento y la historia en los que vivimos no son indiferentes a nuestros jóvenes artistas: en cada uno de ellos se hace presente la inestabilidad, la incertidumbre o el peligro que nos hace anunciar un accidente. Pareciera que llevados por el miedo a lo desconocido producen momentos en los que el espacio y el tiempo se entrechocan poética y anacrónicamente.
Es así como confrontaremos los secretos y vacíos en María Roldán con las estructuras frágiles y móviles de Ana Belén Cantoni; los umbrales anacrónicos de Margareth Mariño con los cuerpos en desequilibrio de Juliana Góngora; los instantes congelados aunque angustiantes en las piezas de Santiago Reyes junto con los estudios de vacíos arquitectónicos de María Clara Figueroa o las semejanzas y abstracciones en las “heridas” espaciales de Verónica Lehner con las geometrías rudimentarias y orgánicas de José Olano. Cada uno de ellos, con historias que se sitúan en diversas regiones del país, nos hacen abrir nuevas rutas de percepción del tiempo, del espacio y ante todo: de nuestro cuerpo.
Rosario López
Andrés Gaitán